jueves, 29 de enero de 2015

San Valero en Ruesca

Texto de José Ángel Urzay Barrios

Unos días después de San Antón empiezan las fiestas de San Valero, el 29 de enero, patrono de Ruesca. El día 28 por la mañana se desarrolla uno de los actos más interesantes de las fiestas. Los hombres suben a la Sierra del Espigar a por leña de pino con sus tractores, que han sustituido hace años a las reatas de mulas.  Bajo la supervisión del guarda forestal, se cortan pinos para la gran hoguera de la tarde. El trabajo es duro y apenas se descansa. A mediodía preparan un rancho en una gran sartén con arroz, patatas y el adobo que cada uno lleva en su fiambrera. Después de comer, se bebe vino en teja, una tradición que se mantiene viva: se echa el vino de las botas a una teja, de la que se bebe como se puede. Bajan al pueblo todos juntos y alegres, pitando con sus bocinas, parando de vez en cuando.


Llegados a la plaza, maniobran con gran maestría los tractores y apilan con  cuidado la leña de pino en una hoguera espectacular, sobre las cenizas de la anterior de San Antón. Colocan en el centro troncos gruesos; encima, ramas de pino y alrededor, otros troncos alargados que sujetan las ramas y dan una perfecta forma cónica. La gente se acerca a la plaza y las campanas bandean mientras se monta la hoguera.



 
Una vez que ha quedado dispuesta la leña, comienzan los actos oficiales. Hasta ahora ha sido así: la orquesta  se dirige al ayuntamiento, desde donde salen las autoridades locales, encabezadas por el alcalde que lleva en su mano una vara con la imagen de San Valero, adornada con claveles. La imagen pertenece a una familia, que la guarda en una urna, con la obligación de dejarla al pueblo para los días de la fiesta. Una vez en la iglesia, se rezan y cantan en latín las Completas y la Salve, con el acompañamiento de la banda. Primero los hombres y después las mujeres, todos adoran la reliquia de San Valero, engastada en una cruz.  Bajan a la plaza, donde se enciende la hoguera, con la aprobación de la autoridad municipal. La banda toca y  todos bailan alrededor, con vivas al santo: ¡Viva San Valero! La corteza del pino cuando arde chisporrotea con un sonido característico, hace pedorretas. La hoguera ilumina toda la plaza y puede verse desde muy lejos. Se consumen las ramas más pequeñas y se queman durante la noche lentamente los gruesos troncos de pino.



El día 29 sobre las once se dirigen todos al ayuntamiento para recoger al alcalde, como el día anterior. Desde la iglesia parte la procesión con la música, el pendón blanco, la cruz procesional y la peana. Se  dirigen a la fuente de San Valero, donde el cura bendice el agua. Según la tradición oral, San Valero, perdido por este valle, llegó a Ruesca y pidió agua, pero sólo pudieron ofrecerle vino. Entonces hizo brotar agua donde ahora está la fuente, diciendo: “Cuando Dios quería, de este pozo agua salía”.

La procesión para tres veces para bailar al santo: en la fuente, en una placeta y en la puerta de la iglesia. Todos bailan al son de la canción de San Valero, hacia delante y hacia atrás, unidos en pequeños grupos. Se exclama  de forma espontánea: “¡Viva San Valero!”. La gente tira caramelos a los niños cerca de la peana mientras se baila en honor al santo. Antes se arrojaban caramelos e incluso roscones desde las ventanas de las casas. La peana del santo va adornada con dos  roscos, pues la tradición exigía ofrecerle roscos y flores. Todos van elegantemente vestidos, el respeto al ritual es absoluto, sin excesos de jolgorio. Los músicos alternan los ritmos lentos procesionales por las calles con los más vivos de los tres bailes al santo.

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